Era una rubia infartante, pero aquel 24 de diciembre a las 17 hs, estaba demasiado cansada como para pensar en què pantalón ponerse para ir a verlo. Entonces, solo tomó el primer vestido que se le cruzó en el desorden de su placard, y se lo puso.
Le quedaba bastante bien, para ser franca, pensó. Para ser franca todo le quedaba bien, sobre todo por su elevada autoestima.
Salió sobre sus tacos azules a la vereda. Mientras iba pasando por una vidriera admiró su impecable y heredada figura.
Llegando a su cita, lo encontró. Había preparado una canasta con torta de manzanas y leche de almendras, su favorita. También la esperaba, sentado sobre la hierba verde, al pie de una colina.
-"Que distraída soy", pensó. "Debería haberme puesto algún calzado más cómodo".
-Hola, Pame, ¿como estás?, susurró el. -Bien, respondió la interpelada.
Pero bien no estaba, claramente y desde ya que no. Su corazón latía a mil por hora, y casi se le salía por la boca. Al unísono dijeron: "¿Cómo estás?". Y se rieron como focas epilépticas. Los nervios les jugaron una mala pasada.
Y sin nada que decirse...se miraron a los ojos. Acto seguido, el tragó saliva y le ofreció un pedazo de torta. Ella dijo que no. "-"Me estoy cuidando, Fede".
"¿Quién iba a creer en semejante mentira?" Pensó él. Se notaba que no se cuidaba. Las bellezas inconclusas y etéreas no tienen esas necesidades que tenemos los simples mortales.
Ella tomó un poco de aire y, súbitamente, empezó a toser. Se estremeció. -"Tenés frío, Pame?", le dijo Fede.
No, para nada, dijo ella temblando, entonces, el le ofreció su saco, caballerosamente, el cual ella aceptó, sin mediar palabras.
Ella se desplomó sobre la hierba fresca mientras respiraba bocanadas de aire. Siguió estremeciéndose.
El, asustado, la miró con los ojos abiertos como dos platos y la vio retorcerse de dolor.
Y luego, Pame se murió de un infarto. Dicen que la mató una escritora, que estaba cansada de escribir, pero...obviamente, no voy a decir quien soy.
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