Se miró al espejo, y se dijo a sí misma: -"¡Que te vaya bonito!", y se fué.
Se despidió lenta y cansinamente de sus sueños de grandeza, de su pequeñez, de su autoestima dañada. Como una víbora, fue mudando la piel. Cuando ella quiere, a veces puede; le gusta mucho vivir, aunque hay días en que no se siente tan viva ni tan apta para la vida.
Hay días soleados, calurosos, que terminan tarde y empiezan temprano. Hay días templados, de primavera, que son hermosos para sembrar. Donde ella vive ahora es verano y disfruta sentarse tardes enteras en la mesa del patio, sin hacer otra cosa más que tejer, mientras ve a sus hijos jugar en la pileta. El rubio ya se fue, ahora le quedan la nena de quince y su hijito menor, de tan solo tres años. Fue muy difícil su vida, y aun a veces lo es, aunque a ella ya no le preocupa tanto. Decidió dedicarse a vivir, a no pensar en el futuro ni en el pasado. Cree profundamente que, si vive el presente, el pasado del mañana y el futuro serán mejores.
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