Cuando ya la vida no me alcanza para meter tanto dolor,
Me refugio en mi oasis personal de lágrimas.
Ahí nadie me molesta.
En la noche, en algún rincón de la casa,
Lloro hasta quedarme dormida,
Como lloran los perros abandonados.
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Cuando la vida me abandona una vez más,
Como a un par de zapatos viejos,
Me refugio en mi oasis de tristeza.
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Ahí nadie me molesta.
Ahí no entra más nadie,
Ahí, en mi kermés de fantasmas y aparecidos,
Ahí lloro, sola, sin nadie
que
me
moleste.
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