miércoles, 14 de septiembre de 2016

LA GORDA

Ella, la gorda. Medía 1,50 y con suerte y un par de tacones. Pesaba alrededor de 75 kilos. Sus gruesos lentes no le impedían ver a sus compañeros de la universidad reírse disimuladamente cuando ella pasaba corriendo apurada para entregar un parcial. La ortodoncia le lastimaba los labios del lado interno. Además, tenía un grave problema de acné.

Sin embargo, como era pechugona, decidió apechugarle a la vida. Decidió que iba a obtener ese título, que iba a bajar esos 25 kilos, que iba a bajarse de sus tacos, para aceptar ese metro cuarenta y tanto con los que la había premiado la vida. Además, juntó el dinero para ir al consultorio de ese usurero ortodoncista y terminar de pagarle el tratamiento. El acné se fue como resultado de una larga espera en el dermatólogo y varias pastillas después, su piel brillaba de luz.

Obviamente eso demandaba tiempo y paciencia. Pero la admiración no es gratuita en este planeta, de modo que ella tenía tiempo para desafiar al destino. Mientras, pensaba en el dulce sabor de la venganza tácita de demostrarse a si misma y a sus compañeros, que se arrepentirían de haberla llamado gorda entre otros calificativos.

De manera que, finalmente, el tiempo le dio la razón. Compró unos hermosos patines, se subió a ellos y no dejó de patinar hasta que bajó todos esos kilos. Estudió duramente noches enteras, mientras los piolas de la clase salían a tomar cerveza y fumar o bailar. De modo que, 10 años después, a los 25 años, ella obtuvo su título de Analista en Sistemas, y, demás está decirlo...era la más bonita de la clase.

Se olvidó del sabor de la venganza tácita. Al fin y al cabo, los árboles extienden sus ramas hacia el cielo, sin importarles la suerte de las tristes y aburridas florcitas.

lunes, 12 de septiembre de 2016

PALABRA

Una palabra palabritera despalabrábase por la escalera, pobre palabra palabritera despalabrándose por la escalera...

EL LOBO Y CAPERUCITA

     

      Había una vez, una loba embarazada que estaba esperando quintillizos. Un tiempo más tarde, la loba dio a luz cinco hermosos lobitos detrás de una escoba, porque no tenía dinero para pagar la cuenta del sanatorio.
      A pesar de su pobreza, los lobitos eran felices, jugaban entre ellos, tomaban la teta, correteaban entre los demás lobos de la manada...pero un día ocurrió lo inesperado...un cazador furtivo mató a mamá loba y a cuatro de los lobitos, quedando solo un lobito llamado Pepe con vida. Este pequeño lobito, tuvo que ganarse su vida sólo, empezó a trabajar en una fábrica de fardos de pasto para cabras a la tierna edad de 7 años. Debía realizar duras tareas, como por ejemplo, cosechar gramilla y cargar pequeños fardos en su espaldita.
      Un día, a los 14 años, mientras descansaba a la sombra de un algarrobo, sintió un hambre atroz, le ardía el estómago, porque no tenía dinero para comprar comida, dado que su jefe no le había pagado los últimos dos días de trabajo.
      Entonces, justo vio una linda niña con una canasta que exhalaba aroma a tarta de manzanas caliente, tortas fritas, sándwiches de jamón crudo y queso cheddar, y por si fuera poco, divisó la tapa de una botella de jugo de naranja asomando de la primorosa canastita. De modo que, vencido por la tentación, puso su mejor cara de bondad y saludó a la nena, preguntándole donde iba. Caperucita (que así se llamaba la niña, porque llevaba un abrigo con caperuza) le respondió que iba a la casa de su abuela, cerca del monte, a llevarle una canastita con algunas comidas que su madre le enviaba. El lobo abrió los ojos grandes al escuchar esto, y se le hizo agua la boca, de manera que rápidamente le dijo a la pequeña:
"- ¿Quieres que te muestre un camino más corto para llegar a la casa de tu abuelita?". Y la niña respondió que si, por lo que Pepe se alegró muchísimo y procedió a mostrarle el camino más largo hacia la casa de la ancianita, tomando el el más corto. La idea del lobo era llegar antes a la casa de la viejita y esperar a Caperucita detrás de la puerta con el objetivo de robarle la canasta para comer tan aromáticos alimentos.
     De modo que el lobo llegó antes que Caperucita a la casa. Vio a la abuelita acostada en la cama, y viendo en su rostro una palidez mortal, se asustó mucho y, tomándola en brazos, la escondió en el ropero para que Caperucita no se asustara al llegar y ver a su amada abuela muerta. También pensó que la niña se preocuparía al ver que su abuela no se hallaba en la cama, por lo que, sacando un camisón limpio del cajón de la abuela, un gorro y un par de anteojos, se disfrazó y se acostó en el lecho de la ancianita.
   Cuando llegó Caperucita, lo miró con ojos descreídos y empezó a hacerle muchas preguntas bastante obvias. El lobo creyó que la pequeña lo estaba sobrando, de modo que, sin miramientos, le sacó la canastita y empezó a comer todo lo que en ella había. La cándida Caperucita comenzó a gritar desesperadamente, llamando la atención de su padre, un leñador que trabajaba en aquel bosque. El papá de caperucita, al escucharla, corrió rápidamente hacia la casa de la viejita. Caperucita, que finalmente se había percatado de que su abuela era en realidad un lobo, le mintió a su padre diciéndole que el lobo se había comido a la abuelita. Finalmente, el leñador, en un ataque de ira, habrió el vientre del pobre Pepe con su hacha, matándolo, sólo para darse cuenta de que en su vientre sólo habían pasteles y jugo de naranja. Seguidamente, el cadáver de la abuela, vencido por la gravedad, empujó la puerta del ropero y cayó al suelo. El leñador, con las manos sucias de sangre inocente, se sintió decepcionado por la caprichosa Caperucita. Esa noche, la mentirosa niña se fue a dormir sin postre. Y Colorín, colorado, este cuento se ha terminado.